Hoy la seguridad de Luyanda es evidente, pero no siempre fue así. Durante años, vivir rodeada de amigas de piel clara y cabello lacio fue una presión por acercarse a un ideal de belleza que no tiene nada que ver con ella.
Pero en cuanto advirtió la belleza de sus propios rasgos se prometió ser auténtica. Ese día se hizo rastas y va por el mundo con un aplomo casi tan hermoso como su cabello natural.