Trabajadora Social
Nací en Sao Paulo y recuerdo que al llegar a Montevideo hace 20 años, mi percepción fue que todas las personas con discapacidad estaban como “escondidas” en sus casas.
Siempre ansié y trabajé duro por mi autonomía. En ese proceso tuve que aprender que era capaz y era fuerte. Que yo sí podía hacer las cosas. Tuve que deconstruir lo que veía en las películas, los sueños románticos y buscar esa forma real de conseguir lo que quería: estudiar, trabajar, hacer danza.
También decidí estudiar lengua de señas para seguir rompiendo barreras en la accesibilidad. Recuerdo cuando mis compañeros de la comunidad sorda definieron mi seña personal y para diferenciarme eligieron mis rulos, no la silla. Fue una señal de que mi pelo me representa y me acompaña en mi lucha.
Nosotras decimos que primero somos mujeres, que tenemos una vida como los demás y después somos personas en situación de discapacidad.
Yo apuesto a la participación social. Si trabajamos en conjunto, se lograrían mejores derechos para todas las personas.